miércoles, 27 de abril de 2011

Cronica del Maraton Des Sables



MI EXPERIENCIA EN LA MARATON DES SABLES (…)



Soy Roger Andreu, hace apenas una semana que he vuelto de concursar en la Maratón Des Sables, una de las carreras de larga distancia más duras del mundo. Durante seis días, se recorren 250 Km de desierto del Sáhara marroquí, con etapas de 20 hasta 82 kilómetros, además de estar bajo temperaturas que rozan los 50º y tener que cargar el equipo y comida propia, pues se trata de una competición libre y de autosuficiencia alimentaria.

La verdad es que es difícil expresar en palabras lo vivido, pues han sido un cúmulo de sensaciones extremas e muy intensas.

Como una de las características mas importantes de la carrera es que es de autosuficiencia, tuve que cargar en la mochila toda la comida para todos los días, el saco de dormir, la esterilla, el botiquín de emergencia, etc… conclusión 10,6 kg a la espalda mas las aguas que te dan en cada punto de control - cada 10 o 15 km- , total el primer día salí a correr con 13 kg a la espalda.

La primera etapa de 33 km fue una de las mas bonitas y mas duras, nunca antes se habían hecho 13 km seguidos de dunas que llegaban a los 70 metros de altura, no os podéis imaginar que es hacer esto después de correr 20 km a 48ºC, cuando los pies se hunden hasta la tibia. En este momento empiezas a pensar por qué te has metido aquí, pero cuando miras al horizonte ves un mar de arena, fina, cálida, pero bonita como pocas. Vas pasando controles y controles hasta que llegas a la meta, y una vez allí te sientes fuerte  y con ganas de descansar para continuar a la mañana siguiente.



La segunda etapa era de 38 km, este día estábamos tan sola a unos 35ºC, pues se veía poco el sol. Es lo que tiene cuando te levantas porque a las 6:30 de la mañana se han caído unas haimas – una especie de tienda abierta por todos lados, en las que dormíamos por grupos -, por el efecto de la tormenta de arena. Viento fuerte y visibilidad muy reducida. Corrimos todos tapados, con gafas para protegernos los ojos y cubriéndonos la cara con el buff para poder respirar mejor. A medida que íbamos avanzando se iba aclarando el día y subía la temperatura. Entonces, de repente, te percatas de un poblado a lo lejos, y al llegar ves las casas en ruinas, y piensas: ¡¡¡ Que suerte que nací donde nací !!! Cuando ves a los niños sentados, sobre las rocas, sin apenas ropa y con esa cara que no soy capaz de describir, te das cuenta de muchas cosas. Sigues el camino y al final llegas otra vez a la meta y, lo único que piensas, es en comer, beber y descansar.



La tercera etapa eran 38 km pero a parte de las típicas dunas en esta había un poco de montañas, y estaba todo repleto de piedras. Pensé que particularmente me iba mejor encontrar un terreno así, ya que es a lo que estoy acostumbrado. Salí confiado pero en el km 4 tuve un esguince de tobillo. En este punto, es cuando me di cuenta de que la mente puede ser muy importante, y que te acostumbras al dolor.  Es mas, al final casi ni lo notas. Avanzas haciéndote miles de preguntas:  ¿por qué me ha pasado esto?, ¿qué hago aquí?, etc., y cada vez vas restando kilómetros y haciéndote mas fuerte. Cuando acabas no os podéis imaginar la sensación de alivio, alegría y euforia que sientes. Sientes que nada ni nadie te puede parar. Cuando llegas miras la clasificación y te percatas de que vas en la posición 115 de la clasificación general; ni te lo crees, y te vas con una sonrisa tonta hasta las haimas.



Cada día esperas que sean las siete de la tarde para recibir los e-mails en papel que te han escrito la gente que te quiere, mujer, padres, hermano, familia, amigos y compañeros-amigos de Cataluña C. Esa era una hora especial. Es difícil ver caer tantas lágrimas juntas. Mirabas a la izquierda y veías a gente llorando, con la mirada fija en el papel y con sonrisas en el rostro; a la derecha igual. Mirabas alrededor y más de lo mismo. Cuando estás cansado, aparentemente solo, con hambre y con solo 4 litros de agua para hacerte la comida y beber - eso de la ducha no se llevaba -, y recibes un e-mail con palabras de ánimo y de admiración solo te queda llorar.



La cuarta etapa es la ‘gran etapa’, son 82,5 km non stop, sin paradas. Salimos a las 9 de la mañana con 110 km en las piernas y unas cuantas ampollas en los pie. Yo tenía el tobillo tocado, y después de lo que experimenté en la etapa anterior, a pesar de eso, tenía ganas comerme el mundo. Todo iba perfecto, disfrutaba del paisaje, alucinaba al ver a seis niños en bicicleta avanzando sobre un desierto lleno de piedras; de golpe encontrabas un poblado nómada en sus haimas, en medio de las dunas. Parecía un paisaje surrealista e increíble. En el kilómetro 30 empezó mi pesadilla. Empecé a tener dolor de estómago, esto no me ayudó mucho, pero seguí igual hasta que lo pagué y caro que lo pagué. Cuando estaba a 500 metros de llegar al control 4  (km 45), acumuladas 5 horas y media corriendo bajo  el sol  y a 49ºC sufrí una deshidratación aguda. Empecé a tambalearme como un borracho, se me nubló la vista, paré en seco y empecé a vomitar toda el agua que había bebido. Dos compañeros, Pablo y Sina me encontraron y me acompañaron al control. Me dejaron con el medico. Después de una hora descansando e hidratándome, aún seguía vomitando y el médico quería ponerme suero -motivo de descalificación-. Después de la negociación mas dura que he tenido en la vida, pude convencer al medico de que me seguir. Mientras yo estaba allí parado, en la haima que hacía de enfermería, seguían pasando compañeros que se enteraban de  mi situación y venían a animarme. Al final funcionó, me dejaron marchar, pero perdí 2 horas y media – las que estuve recuperándome – y, con ello, la opción de quedar entre los 100 primeros. Aquí cambió mi mentalidad, ahora había empezado otra carrera: la de acabar como fuera. Ya no me importaba ni cuándo, ni cómo, ni por qué, solo me importaba acabar.




El sol ya no picaba tanto y trotando se podía hacer. Al siguiente control me pararon y me hicieron otro chequeo que salio bien y me dejaron continuar hasta el final. No se cómo, pero al cabo de 15 horas llegué. Eran la 1 de la noche y me abracé a mi compañero de viaje de los últimos 30 km.  Me fui a mi haima. Al verme, mis compañeros se despertaron y empezaron a hacerme una ovación. Nunca antes me había sentido tan orgulloso de mi mismo. En ese momento pensé en una frase que me dijeron algunos compañeros al empezar: “El dolor es pasajero pero el orgullo es eterno”. Ahora me doy cuenta de la verdad que esconde esta simple frase.

El siguiente día era de descanso para quienes podían, pues había gente que aún continuaba en la carrera. A las 6 de la tarde nos avisaron de que los últimos participantes estaban a punto de llegar. Salimos todos a recibirlos. Seguía llegando gente destrozada, llorando. Todo el campamento, 850 personas,  aplaudían y animaban los últimos metros de aquellos héroes anónimos, porque un héroe no solo es el que gana sino el que tiene la suficiente fuerza física y mental para superar todas las dificultades y acabar.



Penúltimo día, después de recibir los e-mails de gente que se levantó a las 3 de la noche hora española para ver como yo entraba por la meta desde la webcam de la web, o de saber que mis sobrinos de 9 y 11 años se pusieron a saltar en la cama al saber que no había abandonado –que es lo primero que pensó mi gente al ver que no cumplía con mi tiempo de control a control- o saber que mi madre se encontraba mejor de su enfermedad, solo pensaba en salir a darlo todo en la etapa de 42 km, en la que tenía que pelear con 3 montañas. Esa, para mi, era mi manera de dar las gracias a todo el mundo.



En esta etapa salí con los primeros. Delante de ochocientas personas. Podía ver a los favoritos, a los 50 primeros, era la etapa clave ya que el desgaste de los 192 km que ya llevábamos era grande. Un compañero me avisó de que tenia problemas, que estaba asustado, que estaba orinando sangre y que vigilara de que no le pasara nada. Vi a toda una campeona como Mónica Aguilera sufrir lo insufrible, pero a pesar de ello no dejaba de correr. Fue una etapa en la que llegamos a los 51ºC a la sombra, pero me sentía lleno de ánimos y llegué con los 100 primeros. Pude recortar unas 40 posiciones y volví a darme cuenta de que donde no llega el físico llega la mente. Todos esos mensajes de apoyo daban su fruto. Cuando llegas pasas esta etapa te das cuenta de que casi ya está, de que ya lo tienes, de que estas capacitado para culminar el reto que hacía años que soñabas. Lloras, ríes, chillas. Haces todo y no haces nada, es lo que tiene estar lleno de alegría.

La última etapa es de 17,5 km llanos, llegas a la civilización. Te obsequia hasta con 1 km de “asfalto” no paras de ver gente que te va animando durante los últimos 8 km. Te sientes arropado, te invade la emoción.  El final parece no llegar nunca, hasta que ves un pasillo de gente aplaudiéndote  y sientes que estás en una nube. Olvidas el esguince de tobillo, olvidas las 5 ampollas, y el dolor de espalda por el peso de la mochilla, del hambre, la sed, el cansancio. Solo te acuerdas de todos y cada uno de los que te han apoyado. De tu mujer, tu hermano, tus padres, cuñados, amigos, compañeros y amigos de Cat-C y de las empresas que me han ayudado a completar esta gran aventura de mi vida y que sin ellas no lo hubiera conseguido -como Ofiservice y Solartradex- , al final: posición 175 de 860 héroes.

Me he dado cuenta de que la gente es toda igual, de que todos sufrimos por igual, de que todos nos ayudamos por igual, de que todos nos animamos y de que todos lloramos, de que cuando el dinero no esta por medio te das cuenta de que poseemos todos esa misma debilidad y esa misma fuerza , y que lo que nos hace distintos a los demás es nuestra forma de ser, nuestra forma de pensar, de ayudar a los demás: nuestro día a día.
Una experiencia así te hace preguntarte cada noche: ¿has hecho algo positivo hoy?.

Me quedo con todos esos héroes anónimos, a los que vi luchar por su causa, ayudar a niños pobres de su zona, ayudar al síndrome de RED, fundación Agua de Coco o simplemente héroes que quieren demostrarse a si mismos y a los demás que es el espíritu de superación, para aportar a los demás un granito de lucha

Es algo inexplicable y se tiene que vivir para entenderlo.

Muchas gracias a todos.

Dedicado a la Haima 42. (Alex, Nacho, Txema, Federico, Jordi, Victor i Carles) y amigos que nunca olvidaré (Angel, Joel, Lalo, Pere, Sebastian, Emma, Monica, Sebas, Pablo, Sina, Oliver).

A vosotros solo me queda deciros gracias por enseñarme tantas cosas.



Un abrazo.




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